Usaré este espacio para contarle a usted, estimado lector, algunos trucos que la industria se guarda en la manga para que compre sus productos bajo una idea alejada de la realidad. Empecemos.
Siguiendo la línea de publicaciones relacionadas con una visión pública de la nutrición, le propongo que se sitúe, nuevamente, en un pasillo particular de su supermercado de confianza, por ejemplo, el de snacks: barras de cereal, dulces, jugos industrializados, tés, galletas, ponqués, etc.
Tiene unas ganas tremendas de algo “para picar”, no sólo para el día de hoy, sino que es consciente de que quiere abastecerse de productos para el resto de su semana. Pretende llevarlos a la oficina, enviarlos en la lonchera de sus hijos o compartirlos en una cena con amigos o familiares.
Hago esta reflexión porque hace un par de semanas estaba en sus zapatos, buscando snacks que se ajustaran a mis gustos y estilo de vida saludable. Buscando algo qué llevar, me encontré con un producto diseñado para servir más como postre ocasional (ojalá) que cualquier otra cosa.
Se trataba de un producto tradicional, de vieja data para el colombiano. Una reconocida marca anunciaba un producto que destacaba por una supuesta adición de vitaminas. La sorpresa estaba en la etiqueta, en un etiquetado nutricional difícil de leer, sobresalía un abrumador dato, que no muchos entienden, a decir verdad.
La etiqueta indicaba una cantidad de azúcar adicionado superior a los 20 gramos por porción, pero eso sí, el postrecito estaba adicionado con vitaminas del complejo B, entre otras. Y dice bien grande: “con vitaminas”, algo que confunde al ciudadano de a pie, que sabe que necesita de estos nutrientes para el correcto funcionamiento del organismo.
Pero yo no quiero obtener mis vitaminas de un alimento que es alto en azúcar. A mí permítanme ir a la plaza de mercado a abastecerme de verdaderas fuentes de vitaminas, como frutas y verduras enteras, no procesadas en forma de jugos; mucho menos de vitaminas azucaradas.
Estoy en la obligación moral de contarle a usted algo que tiene que saber, porque me duele ver que en mi país más de la mitad de la población adulta ya tenga exceso de peso. Yo también creo que es hora de hacer masiva la etiqueta #NoComasMásMentiras de Red Papaz, quienes nos recuerdan que esos alimentos con adición de “Nutrichimbix” generan más daños que promoción de una salud óptima.
Esta práctica que denuncio en esta columna de opinión, la he visto aplicada en dulces, cereales para niños, bebidas azucaradas, ponqués y procesados en general. No caiga en esa trampa. Me atrevería a decir que agregarle vitaminas a un alimento ultra procesado es básicamente como “perfumar un bollo”, y no lo dudo, porque las vitaminas no compensan las exorbitantes cantidades de azúcar que se ven por los pasillos del supermercado.
Seguiremos exigiendo un etiquetado frontal de advertencias similar al exitoso etiquetado chileno, aplicado hace unos días también en Perú. Seguimos esperando una posición clara del Ministro de Salud Juan Pablo Uribe, quien, como médico salubrista, no ha expresado una opinión sobre el tema. ¿Sabremos su posición? O se alejará de su predecesor, Alejandro Gaviria, quien, sin ser profesional de la salud, sí defendió con creces el derecho suyo y mío a saber qué demonios comemos. Amanecerá y veremos.
Nutricionista Dietista y Microbiólogo de la PUJ. Junté grandes profesionales para hacer de este Portal, el medio más representativo del país en cuanto a educación en ciencia se refiere.